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En enero de 2020, el Banco Central Europeo (BCE) comenzó a explorar la posibilidad de crear una moneda digital ante el avance de criptomonedas como bitcoin o Ethereum y la aparición de Libra, la criptodivisa que acababa de lanzar Facebook y que puso en pie de guerra a los bancos centrales por la falta de regulación de este mercado.
Precisamente fue esa explosión de criptoactivos, la posibilidad de que las BigTech introdujeran stablecoins mundiales que pudieran expandirse rápidamente y que los pagos fueran dominados por empresas no europeas, así como el que otras grandes economías emitieran sus propias monedas digitales y afectaran el papel internacional del euro a nivel mundial, lo que llevó a la institución dirigida por Christine Lagarde a crear un equipo especial que se dedicara a estudiar los riesgos y beneficios que tendría para la eurozona contar con una moneda digital.
Dos años y medio después, el BCE sigue en fase de investigación y análisis, pero ya tiene definidos ciertos aspectos del euro digital, un activo que busca garantizar que los ciudadanos de la zona euro puedan seguir teniendo acceso, sin coste alguno, a un medio de pago sencillo, universalmente aceptado, fiable y, sobre todo, sin riesgo.
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