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Con la difícil situación económica, el mercado está preparado para castigar los balances de las empresas, lo que puede empujar a los ejecutivos a hacer trampas para cumplir las expectativas de Wall Street.

Esto es lo que ocurre cuando se hace más difícil conseguir liquidez, por ejemplo, tras una caída sostenida de la bolsa o un enorme aumento del coste de los préstamos, debido a la subida de intereses. En primer lugar, se produce lo que Bank of America denomina “miseria corporativa”, ya que las cifras a futuro son inferiores a las previstas. (Eso ya está ocurriendo.) Entonces, esa miseria golpea a una empresa dirigida por ejecutivos que piensan que cometiendo fraude pueden salvar su calamitosa situación financiera.

El riesgo de toparse con empresas que han transitado de momentos difíciles a casos de fraude es mayor cuanto más tiempo se mantengan las condiciones financieras restrictivas, comenta Howard Scheck, antiguo contable jefe de la División de Control de la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés). Ahora es socio de la consultora StoneTurn, donde dirige investigaciones contables para clientes corporativos que se enfrentan a acusaciones de fraude por parte de organismos reguladores (como la gente de su antiguo trabajo) o accionistas.

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