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La tendencia de la mayoría de empresas para aliviar los efectos de la inflación consiste en una apuesta por el incremento del trabajo en remoto.

Parece seguro afirmar que el teletrabajo ha venido para quedarse. Como consecuencia de la pandemia, las organizaciones se han visto obligadas a implementar nuevos enfoques de organización del trabajo. Durante el confinamiento, los profesionales reemplazaron las oficinas por sus hogares, con las ventajas e inconvenientes que podía acarrear. No obstante, las comodidades asociadas a esta modalidad de empleo han hecho que resulte ser un éxito rotundo.

Lo anterior explica que un considerable porcentaje de trabajadores prefiera mantener el sistema híbrido que se ha alcanzado conforme se estabilizaba la crisis sanitaria. Y la elevadísima inflación, la más alta en 37 años, ha propiciado que las empresas opten por potenciar dicho sistema. Esta decisión persigue el ahorro económico para las propias entidades, así como para sus empleados. Para estos últimos, los desplazamientos suponen un alto coste no sólo en combustible, sino en tiempo y energía que podrían dedicar a su trabajo en remoto. En adición a esos costes derivados del transporte, están los inherentes al trabajo presencial, como los correspondientes a comidas o cafés.

Las compañías, por su parte, ahorrarían en conceptos como suministros, alquileres y mantenimiento, entre 1.000 y 5.000 euros por empleado aproximadamente.

Además, el teletrabajo ha demostrado ser ventajoso e incluso superior a la modalidad presencial en muchos más aspectos que en los estrictamente monetarios:

Se ha comprobado que la necesidad de coordinación de calendarios y agendas con mayor precisión y rigor se traduce en un aumento de la eficiencia.

Al requerir una organización y gestión mejor el tiempo, las reuniones son más ejecutivas y tampoco se alargan como suele ocurrir en el trabajo presencial.

Se consigue una mayor concentración al eliminarse no sólo reuniones innecesarias, sino también posibles interrupciones y distracciones de otros colegas.

El teletrabajo aporta mayor flexibilidad a los profesionales, y facilita la conciliación. Permite un nivel superior de autonomía e invertir el tiempo de desplazamientos ahorrado en otras actividades. Esto se traduce en una reducción del estrés y una mejora del bienestar.

Por último, el trabajo a distancia tiene también efectos positivos para el planeta. Al limitarse o suprimirse los trayectos, el tráfico gana fluidez y se reducen considerablemente las emisiones y la contaminación.

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