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Cada vez es más habitual encontrar elementos del hogar que se han transformado en dispositivos inteligentes con conectividad a Internet. Tanto es así, que es habitual ver este tipo de dispositivos en los catálogos de tiendas de muebles e incluso supermercados, incorporándose a los hogares rápidamente. Por ello, es necesario prestar atención y entender los riesgos para la privacidad que podrían implicar, y que se ven incrementados cuando se hace un uso inadecuado.

El IoT supone una evolución de la domótica tradicional, en la que los dispositivos incorporan una capa de inteligencia y conectividad que permite que se adapten mejor a las necesidades domésticas. Algunos ejemplos son persianas motorizadas, sensores de temperatura y humedad, controladores de climatización, bombillas inteligentes, cerraduras electrónicas, interruptores o centralitas de alarma.  

La mayoría de estos dispositivos están diseñados para que su gestión o uso precise conectividad a Internet y acceso a servicios en la nube. Los riesgos para la privacidad que se derivan van más allá de los problemas de seguridad. Este modelo de IoT supone la comunicación y gestión de datos personales por terceros, y el tratamiento de datos personales adicionales, como son metadatos de comunicación.

Un dispositivo IoT genera una gran cantidad de datos que son enviados y tratados por distintos servicios en Internet para satisfacer las solicitudes de los usuarios. Sin embargo, podrían utilizarse para muchas otras finalidades, como por ejemplo la elaboración de perfiles de comportamiento. De esta forma, el riesgo para los ciudadanos es mayor cuanto mayor es el número de servicios que tratan estos datos personales. Es más, la integración de dispositivos de distintos fabricantes podría aumentar dicho riesgo, por ejemplo, cuando se ha de utilizar una App distinta en la que hay que registrarse para cada fabricante.

Un ejemplo de materialización del riesgo, en este caso debido a una brecha de seguridad, ocurrió en 2016 cuando se produjo el ataque DDoS más dañino de la historia debido a la falta de actualizaciones de seguridad en estos dispositivos. Otros ejemplos podrían ser el secuestro de los dispositivos del hogar y su control por parte de terceros o las brechas de datos personales.

Dispositivos como mirillas o cerraduras que se controlan desde Apps instaladas en móviles implica el tratamiento de imágenes, vídeo, audio e información sobre los hábitos de las personas. Esta información, junto con otros datos de las personas, puede utilizarse para la generación de perfiles y diversas finalidades adicionales.

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