Este artículo fue publicado previamente por Reuters.

Estados Unidos gastó más de 8.000 millones de dólares a lo largo de 15 años en esfuerzos para privar a los talibanes de sus beneficios del comercio de opio y heroína en Afganistán, desde la erradicación de la amapola hasta los ataques aéreos y las redadas en laboratorios sospechosos. Esa estrategia fracasó.

Ahora que Estados Unidos está terminando su guerra más larga, Afganistán sigue siendo el mayor proveedor de opiáceos ilícitos del mundo y parece seguro que seguirá siéndolo, ya que los talibanes están a punto de tomar el poder en Kabul, dijeron funcionarios y expertos actuales y anteriores de Estados Unidos y la ONU.

La destrucción generalizada durante la guerra, los millones de personas desarraigadas de sus hogares, los recortes de la ayuda exterior y las pérdidas de gasto local por la salida de las tropas extranjeras lideradas por Estados Unidos están alimentando una crisis económica y humanitaria que probablemente dejará a muchos afganos indigentes dependientes del comercio de narcóticos para sobrevivir.

Esa dependencia amenaza con generar más inestabilidad, ya que los talibanes, otros grupos armados, los señores de la guerra étnicos y los funcionarios públicos corruptos se disputan los beneficios de la droga y el poder.

A algunos funcionarios de la ONU y de Estados Unidos les preocupa que la caída de Afganistán en el caos esté creando las condiciones para una producción ilícita de opiáceos aún mayor, lo que podría suponer una ventaja para los talibanes.

“Los talibanes han contado con el comercio de opio afgano como una de sus principales fuentes de ingresos”, dijo a Reuters César Gudes, jefe de la oficina de Kabul de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). “Una mayor producción trae consigo drogas con un precio más barato y atractivo, y por tanto una mayor accesibilidad”.

Según la ONUDD, en tres de los últimos cuatro años se han registrado los niveles más altos de producción de opio en Afganistán. Incluso mientras la pandemia del COVID-19 hacía estragos, el cultivo de amapola se disparó un 37% el año pasado, según informó en mayo.

Los estupefacientes ilícitos son “la mayor industria del país, a excepción de la guerra”, dijo Barnett Rubin, antiguo asesor del Departamento de Estado sobre Afganistán. El máximo histórico estimado de producción de opio se estableció en 2017 en 9.900 toneladas por un valor de unos 1.400 millones de dólares en ventas de los agricultores o aproximadamente el 7% del PIB de Afganistán, informó la ONUDD.

Si se tiene en cuenta el valor de las drogas para la exportación y el consumo local, junto con los precursores químicos importados, la ONUDD estimó que la economía global de opiáceos del país ese año ascendió a 6.600 millones de dólares.

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